Un amigo en Monterrey

martes, 20 de abril de 2010

Un amigo en Monterrey

Ya sé que lo he dicho muchas veces y soy muy poco original, pero a falta de otros sentimientos debo decir nuevamente. Que no hay nadie que vaya a llenar esté vacío, que logré vaciar gracias a mi partida y me quedé sin un amigo único, loco y acompañante de aventuras en silencio y platicas filosóficas llenas de pasión y debate. Que recordando, no he olvidado la magia que me provocaba no hacer nada, al tomar mil imágenes eternas y compartir momentos tan fáciles, como recostarse a ver el cielo y no pensar en nada  más que en saber que estas a mi lado, mi amigo.
 Saber que hay alguien más que puede caminar hasta que las piernas parezcan reclamar por la insistencia de seguir solo por estar. 
Saber que existes, solo hace mas difícil continuar y dejar atrás todos esos momentos tan maravillosos que nadie más puede completar. 
Saber que ahora somos apartados por kilómetros y que la única  manera de comunicarnos es esté medio frío que desliza con mis dedos las ideas y sentimientos que brotan de mi ser. Es realmente necesario tener un amigo así, para saber que cuando ya no está, la vida simplemente pierde la emoción de cada día por explorar lo que hay de nuevo.

Por todos los amigos, que conocí en Monterrey, Nuevo León. Que sin mas, me demostraron que la amistad es valorada con unos cuantos segundos y que basta conocerse unos instantes para confiar en que alguien ya ha entrado a tu corazón. Por abrirme su alma, por abrigarme en su espacio, en su mundo. Por estar ahí cuando los necesite, por no juzgarme por saber de donde venía, por darme la oportunidad de ser yo. Gracias a todos. Nunca los olvidaré y los recuerdo siempre. 

Berenice Alós